En Guerrero Negro, Baja California Sur (México), yace abandonado un cementerio de niños. El desierto los recuerda, los erosiona, los cuida y arropa con el viento del Pacífico. Niños que murieron antes de tiempo, por alguna enfermedad que los pobladores de Guerrero Negro desconocen. Cuando es de noche, dicen, los pequeños que duermen bajo tierra, juegan y ríen.